lunes, 5 de mayo de 2014

Lobo solitario.




Despierto a las siete de la mañana. Buena hora para dejar las cosas listas y partir sin que me pille la calorina. Es un día especial, va a ser mi primera travesía en solitario caboteando el mar Mediterráneo, el que me vio nacer. Pero antes, cruzaré el Montgó recientemente afectado por un incendio, tal es así que las mangueras siguen puestas y más allá, me encuentro con los bomberos, sus caras marcadas por el humo, el agotamiento, llevarían toda la noche anterior en vela, velando por el monte. Veo como la ceniza se eleva por el viento, pareciendo que se puede volver a avivar el fuego, pero es sólo apariencia.





Dejo atrás el monte, atravieso huertos, algún que otro olivar, uno milenario, arte puro y vivo! Vivo! Cuántos he visto morir, hace escasos momentos y éste, ni se ha enterado de que ha habido un incendio. La ignorancia, a veces, es buena. Sigo pedaleando a gran velocidad, es zona llana y no despierta mucho interés en mi. Me cruzo con "guiris" paseando a sus perros, uno de ellos no entiende de dejar pasar a las bicis, "silly boy" llego a escuchar. Más adelante, otros perros, esta vez sueltos, cuidando a un rebaño. Sigilosamente intento bordearlos pero ya demasiado tarde, uno de ellos se me encara, lo único que puedo hacer es no mirarle, evitar el enfrentamiento y salir corriendo de allí.







Se acaba lo llano y empiezan las cuestas así, sin mas miramientos. Arriba, arriba, un poco más, paró para comer, un poco más, primera cima cabotera, el mar, el horizonte de recompensa. Empiezo a darle la vuelta al monte de la granadella, bien pintoresco. Me cruzo con unos atletas de los de verdad, me preguntan por el camino, no les sé ayudar, o quizá sí. Al final, siguen mi camino, grandes de ellos van a mejor ritmo que yo! Curiosamente un perro les sigue, no es de ellos, se ha perdido, va buscando a su dueño... Metáforas de la vida. Sigo dando la vuelta al monte hasta que me encuentro la primera trialera, demasiado técnica, no me la juego. Con paciencia bajó hasta llegar a lo que parece un antiguo cauce de un río que desemboca en el famoso cabo de la Granadella.







Tantas veces que he ido con amigas y ahora me encuentro yo sola allí. Nunca lo hubiese imaginado. Nunca, o quizá, esos largos días de infancia, dando vueltas en mi patio, no perdí la esperanza de que estos días llegarían. De que sería capaz con mis propias fuerzas de recorrer kilómetros y kilómetros, alturas y bajadas, tal como es la vida. Tal como es. Meto los pies en el agua. Lavo mis manos. Refresco mi nuca. Y, después de haber comido, sigo mis andadas. De nuevo subida, subida, subida, sin ningún tipo de consideración, hasta la casa de los ricachones, esas casas que siempre veía desde abajo, ahora las veo desde arriba, puedo cotillear sus interiores, cómo viven algunos! Paso por puertas cerradas a miradores, "pedir permiso" pone en alemán y en castellano. Desde luego, el ser humano todavía no se ha enterado de que aquí está de paso.








Sigo mi camino por urbanizaciones y residencias, señas de colonizaciones del siglo pasado, hasta llegar a Jávea.  En la costa de la bahía se aprecian restos de un pasado, no parece importar y me fui de allí sin saber que significado tuvieron. Otra vez será. Eso sí, sus aguas me marcaron y una pequeña planta también :)









Última subida del día hacia los molinos de Xàbia que, torpe de mi, y de las prisas de quedarme sin batería, impidieron que visitara. No está demás dejar algo para poder volver. Durante la subida me encontré a un padre con su hijo, me preguntó sobre mi, siempre hace ilusión contar las azañas de uno. Compartir es un placer mutuo. Llegada a la subida, el track de Anibal no dejo de sorprender, atajos y caminos exquisitos que pasan desapercibidos. Para terminar, la última trialera de la ruta, totalmente surrealista, continuo ruido de una escopeta, disparando a no sé el qué, a veces dudaba de si una de ellas me pillaría a mi. A la vez, me doy cuenta que pierdo el cargador de emergencia, suelto la bici sin pensarlo y camino de vuelta sin suerte. Simultáneamente un hombre paseando a sus perros se cruza dos veces conmigo, se da cuenta de que algo me pasa, se preocupa por mi, me pregunta y me informa del terreno, sin decírmelo entiendo que sea cautelosa. Pero con el accidente del GPS sólo me queda que darme prisa por sí acaso. Ignorante de mi.

A la bajada del barranco, gran sorpresa la mía, un pasaje al lado del mar que desconocía, qué serenidad, me emociona el impacto. Intuyo que va directo a Denia, aún así pregunto a una mujer y de paso comparto con ella mi emoción. Ella me entiende, me dice que siempre va por allí y nunca se cansa de ello. Normal, ese lugar desprende algo tan Mediterráneo. Que sólo los que son de allí sabrán lo que digo. No hice fotos de esa parte del lugar. Creo que siempre hay que dejar sorprender al aventurero y hay ciertas cosas que no necesitan de una foto para ser recordadas. 

Después de esta primera travesía en solitario, solamente he de decir que, esto no ha hecho nada más que empezar! 

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